La escritura es aún el encofrado del buen nombre de su marca

Madrid, 11 de marzo del 2019.- Desde su nacimiento en el cuarto milenio a.C, en Egipto, Mesopotamia y China, la escritura, en 7.000 idiomas, es aún el esqueleto de la comunicación entre los seres humanos. Su fijación a numerosos soportes tangibles (piedra, madera,  papiro, libros, pintura, papel prensa, etc.) e intangibles (bits) le otorgan un carácter único y auténtico testigo de nuestra Historia. Tanto es así, que el resto de herramientas de comunicación necesitan de la escritura. Ejemplos: 

Un vídeo necesita de una URL escrita, más un titular, una descripción, y etiquetas.

Un Podcast necesita la misma ficha escrita que un vídeo. 

Una fotografía existe gracias al nombre escrito del autor. 

Una web o un blog es escritura en un soporte digital.

En las redes de mensajería, la comunicación son textos escritos. 

Una infografía se compone de objetos gráficos y de textos. 

Un audiolibro es un texto leído para ser un recurso sonoro.

La Traducción entre los 7.000 idiomas se aprende básicamente con textos escritos. 

Las actividades desarrolladas en cualquier tipo de profesión tienen un porcentaje de escritura.

La cultura de ocio alrededor de los libros, música, cine, televisión, deportes, necesitan de textos para su expresividad. 

La revolución digital se ha basado en diferentes lenguajes escritos de programación.

En la actual fiebre multimedia con el formato vídeo y el audio quizás nos hemos olvidado de la importancia real de la escritura. Y en concreto, a la hora de construir el buen nombre de una marca corporativa, deberíamos pensar más en la herramienta de comunicación que da fe del valor añadido de una compañía y de su trayectoria entre generaciones. 

¿Qué impacta más un tráiler, un spot alucinante o discurso?

El tráiler deberá contar una historia, nada improvisada. El spot alucinante lo tendrá que ser antes en un guión. Y un discurso tendrá que estar bien escrito para mantener el interés de la audiencia, 5 minutos más tarde de su arranque. 

Importa el canal de comunicación, la estrategia, el impacto, la medición y los resultados. Pero para que un texto escrito permanezca en la memoria de sus consumidores habrá que reflexionar por dónde empezar y  qué debe integrar para influir. 

Sobre todo, porque la comunicación digital pareciera que es un río de posts, tweets, mensajes que se pierden en el océano del olvido. Y ni se pierden, ni se olvidan, porque las publicaciones en una red social se almacenan y se pueden consultar en cualquier momento. 

El Social Media tiene un perfil festivo, frívolo, de consumo inmediato y reacción casi irreflexiva. Pero a su vez necesita de una escritura, de un discurso corporativo, producto de la investigación para su impacto positivo en las cuentas de la compañía. 

Si todo empieza en los textos y los llevamos por los actuales canales de comunicación, nos aproximaremos más y mejor a la gestión de los bienes intangibles de la empresa. Unos valores que no se ven y no se pueden tocar, pero que permanecerán en el tiempo gracias a la escritura.

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